Finales de mayo con un destino especial, «el Rudrón», otro mítico río que cautiva y que ha dado tanto que hablar y escribir entre otros al gran Miguel Delibes. No es para menos, el entorno transmite mucha belleza y simplemente con asomarse al barranco que describe junto a la desembocadura con el Ebro te traslada a otro tiempo.
Teníamos el coto de San Felices el sábado, pero el viaje era largo por lo que habíamos planificado pescar el viernes por la tarde en las cercanías y pasar la noche en el «Complejo Residencial Miguel Delibes» un albergue muy recomendable si estás de paso por la zona y te planteas donde dormir.

El viernes pescamos el tramo libre sin muerte del Rudrón en Tubilla del Agua, donde nos encontramos un tramo muy técnico y complejo para la pesca a mosca en su primer kilómetro o algo más. Su gran cobertura en la ribera de ambas orillas y lo enmarañado y tapado de su curso nos lo hicieron pasar francamente mal. Mucho enganche y pocas posturas cómodas para hacer algún lance decente. En los pocos recovecos que podíamos hacerlo metíamos la punta de la caña y lanzábamos las moscas haciendo la ballesta.

Los peces escasos y pequeños, por lo que fuimos remontando el cauce con bastante ritmo, saltando aquellas posturas que no tenían buena pinta y no nos dejaban hacer buenos lances ni desde el agua.

Conseguimos pasar lo peor del tramo y sin ser excelente, nos encontramos con algunos pozos oscuros y profundos y alguna que otra tabla de aguas lentas, en mejores condiciones y más despejadas como para probar fortuna. En uno de estos pozos conseguí poner el perdigón bajo las raíces de un tronco pegado a mi orilla y que hacía presagiar que escondería alguna trucha. Y así fue, un hermoso ejemplar que aguardaba agazapado al final del pozo no se resistió a la tentación de los brillos y lo conseguí capturar. Un pez bellísimo me planteó una interesante pelea, el cual logré por los pelos, ya que por un momento se enredó el bajo en una de las raíces cercanas a la orilla donde pretendía liberarse.

A partir de aquí llegamos a otras zonas someras y donde pudimos probar a pescar con seca. Se trataba de tablas largas de suaves corrientes que acababan en pequeñas pocinas y chorros. Probamos distintas moscas, pero aunque logramos algunas capturas, estas costaron, no había señales ni ondas en superficie que las delatara y había que pescar al agua tratando de llamarlas la atención. Prácticamente pescamos con ninfa dadas las circunstancias.

Parecía que a partir de esta zona este tramo se abría un poco y nos permitiría pescar mejor, pero se nos hizo tarde y había que regresar al aparcamiento pensando ya en el día siguiente, a ver si el Coto de San Felices nos diese más y mejores oportunidades.

A la mañana siguiente cuando llegamos al límite inferior del coto, nuestra sensación general fue otro bien distinta. El río más ancho, con más caudal y más accesible. Amaneció un día nublado y con claros indicios de que podía llover en cualquier momento, por lo que nos echamos el chubasquero encima.

Arrancamos en un tabla profunda tras una gran cascada que vierte justo por encima del límite inferior. Si bien a primera vista no se veía ninguna actividad, se intuía que las truchas estarían bien escondidas abajo. Montamos ninfas pesadas buscando profundizar rápido y pronto obtuvimos resultados. Las capturas se sucederían con mucha frecuencia, advirtiendo que en cada postura había más de una apostada, por lo que aprovecharíamos para escudriñar cada poza, corriente y tabla que nos encontrábamos según avanzábamos.

A media mañana incluso las nutrias nos hicieron compañía, pescando con nosotros a escasos metros. Una de ellas ni se percató de mi presencia y pasó nadando entre mis piernas corriente arriba y cruzó el río.

Según avanzábamos ¡el río era más río!, cambiante en todo momento, pozas, corrientes y tablas nos iban deparando mas truchas y algunas de muy buen porte. Lo entretenido del recorrido nos hizo perder la noción del tiempo y para cuando quisimos hacer un descanso ya era demasiado tarde por lo que decidimos continuar.

En una de estas pozas vimos como alguna truchita se cebaba continuamente y le pusimos un trico en CDC que tomó a la primera sin pensárselo.

Más adelante conseguí meter en la sacadera la trucha de la jornada, un gran ejemplar de unos 50 cm que peleó todo lo que pudo hasta ser metida en la sacadera. Aunque toda la captura fue grabada en vídeo, no hay foto final porque se me escurrió de las manos en la pose final. Aún así fue una delicia contemplar durante unos segundos tanta belleza.

Después de varias capturas más y habiendo recorrido algo menos de la mitad de coto, dimos por finiquitado el día. Las nubes amenazaban lluvia inminentemente y había que caminar durante un buen rato hasta llegar al coche.

Para remate final cuando llegamos al aparcamiento y empezamos a quitarnos el equipo, se pudo a caer el diluvio universal y nos empapamos en segundos. Tuvimos que marcharnos a medias y en el camino buscar donde poder cambiarnos a cubierto.

Decir que el río nos ha dejado un sabor agridulce, por un lado su tramo libre no es lo más recomendable para pescar a mosca, por lo enmarañado que está y los pocos peces que ofreció. Pero por otro lado en el coto de San Felices todo lo contrario, un excelente coto, bonito, accesible y con muchas y bravas truchas nos hicieron pasar una de las mejores jornadas de pesca a mosca que recordamos en mucho.

Esperamos que otra temporada podamos repetir y terminar de conocer, pues a buen seguro nos aguardan nuevas emociones.

Para que os hagáis una mejor idea de lo que os acabo de contar, os dejo el siguiente vídeo que lo dice todo:

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