Aragosa, leyenda del río Dulce

Hace muchos años que tenía olvidado a este río, pero recordaba su gran esplendor, con aguas claras, infinitas posturas y buenas truchas de una gran belleza. Pero en los últimos quince años sólo escuchaba malas noticias sobre este mítico escenario por lo que el igual que el río Gallo lo había dejado aparcado, llegando a pensar que era irrecuperable. Atrás quedan auténticos documentales para los grandes amantes de este deporte, como los protagonizados por Rafael del Pozo y Lorenzo Milá para Jara y Sedal.

Me presento en el coto temprano, con tiempo para inspeccionar el río y sus accesos. Lo hago desde el comienzo coto justo desde el puente de la carretera, contemplando un hilo de agua y mucha, muchísima vegetación en sus orillas que incluso dificultan asomarse para ver el agua. Eso sí, el agua aunque escasa corre transparente. Alguna pequeña poza con aguas muy paradas, ya dejaban ver a pequeños ejemplares que rápidamente corrían a esconderse entre la vegetación.

Prosigo la marcha hasta el Pueblo de Aragosa para ver como están las tablas que se forman antes de la pequeña presa, donde se evidencia más de lo mismo, una vegetación tupida cubre casi la totalidad de la tabla y en los pocos claros que se forman entre las ocas de una más que tupida y espesa vegetación, se dejan ver truchitas puestas a medias aguas. Tras la pequeña cascada que se forma, también se dejan ver algunos ejemplares pequeños.

Convencido de encontrar mejores zonas donde comenzar, prosigo andando por el coto aguas arriba hasta un vado que cruza el río en una zona de huertos y chopos muy sombría. Por unos metros las tablas son más anchas y profundas, no mucho más, pero si como para empezar a pescar. Preparo equipo y comienzo a escudriñar los distintos escondites de los peces, ya que a primera vista no se ve ninguno en la tabla, pero estoy convencido que han notado mi presencia pese al sigilo y se han ocultado entre la vegetación de las orillas. Dejo pasear una pequeña ninfa CD precisamente en estas zonas y al segundo intento consigo la primera trucha. Pequeña pero muy vivaz, que se recorre toda la tabla saltando y luchando por liberarse. Cuando la tengo en mi mano para desanzuelarla contemplo su hermosa librea y sus intensas pintas de rojo intenso.

Seguidamente las capturas se van sucediendo de forma rápida y esos primeras tablas albergan muchos más ejemplares de lo que aparentan, precisamente porque les dan mucho cobijo a las truchas.

He de decir que hasta el momento no ha hecho falta mojar el vader, pues desde la misma orilla, camuflado entre los troncos de los fresnos, chopos y los propios juncos, voy siendo capaz de engañarlas.

Recorro el coto en sus primeros 2 km, aunque esta distancia es muy selectiva en las posturas, porque buena parte del recorrido no es pescable, bien porque no se puede lanzar de la espesa vegetación que cubre el agua, o bien porque la orilla está demasiado enmarañada. Mientras tanto y desde el cielo los buitres majestuosos contemplaban mi avance en el camino del barranco.

Otros deportes transcurren por el camino y en distintas etapas, saludo a grupos de senderistas y paseantes de mountain bike.

Llega el mediodía y las truchas de empiezan a ver más saliendo de sus escondites, unos tricópteros pequeño marrones oscuros se empiezan a dejar ver y algunos ejemplares medianos de truchas saltan con bravura en las cebadas. La cosa pinta muy bien, por lo que decido pasarme a estas imitaciones secas y probar suerte.

Pronto me doy cuenta de que es el día, las truchas están super activas y atacan las imitaciones con locura. Las capturas se suceden vertiginosamente, algunas de una talla interesante. Otras tantas se sueltan antes de llegar a ser capturadas, pues como dije antes todas son muy peleonas.

El calor aprieta en el cañón del río y es necesario refrescarse y descansar un rato, ya que hasta el vader transpirable se hace pesado según sube la temperatura y además no le he llegado a mojar en el agua por las circunstancias que presenta el río. Es entonces donde a la sombra de una tupida chopera, hago una parada para almorzar y reponer líquidos.

Por la tarde decido hacer la cabecera del coto cerca de La Cabrera, donde recordaba tablas más anchas y mucho más sombrías entre todo un bosque de fresnos que orillaban el curso del río. El río hasta allí se encañona y embarranca de forma brusca, habiendo zonas del río donde te juegas algo más que el equipo de pesca si te atreves a pescarlo. Pero mantiene una belleza insólita, dejando contemplar entre la tupida vegetación la hoz que describen las paredes de las parameras recortadas que dibujando el propio cañón en buena parte del curso del río.

Esta zona es más vadeable pues sus orillas están más limpias, aunque hay poca profundidad, aun así se puede cruzar el río con facilidad para buscar los distintos escondites de las truchas en ambas orillas.

Las truchas están activas también en esta zona y atacan las imitaciones de efémeras y tricópteros sin pudor, cosechando en un rato otras tantas capturas de tamaños similares. Tan sólo una de gran porte que me sorprende saliendo entre la vegetación a tomar la mosca, es capaz de presentar una lucha interesante, pero consigue romper el bajo con el rozamiento de una rama donde se enreda.

Hacia las 18:30 las efémeras dánicas o vulgatas, o ambas aparecen de forma repentina realizando la puesta de huevos en la superficie, haciendo enloquecer a las truchas. Es todo un espectáculo, algo indescriptible. Las truchas saltaban fuera del agua dejando ver toda su librea, dándose un auténtico festín.

Concluí la jornada de pesca con más de una docena de capturas y otras tantas fallidas, percatándome que no me encontré a ningún otro pescador en toda la zona y tampoco guardería alguna, pero si muchas sendas que bordean las orillas entre la maleza, por lo que intuyo que no sólo acuden pescadores legales al coto.

Reconozco que la fecha no era la idónea para pescarlo, ya que la escasez de agua a estas alturas menguaban las posibilidades de pesca considerablemente, pero por otro lado fue un buen día a pesar de las circunstancias por la gran actividad de los peces.

Aun teniendo muchas dudas de cómo me podía encontrar el coto y si habría una población de truchas decente como para pescarlo, no me ha defraudado y ahora puedo decir que una buena gestión del río, en cuanto al desvío del agua, la limpieza de sus orillas, así como la vigilancia del mismo, permitiría recobrar parte del esplendor que antaño poseía este coto, que sin duda ha sido uno de los emblemáticos de Castilla La Mancha.

Hasta pronto río Dulce, nos volveremos a ver!

Texto y fotos: PescataMinuta

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Manuel dice:

    Me ha gustado mucho. En ese pueblo llamado Aragosa lo mejor sin su gente. Apuesto k viste al Cecilio. Guarda del coto hace tiempo, con 94años sigue cebando el huerto a la orilla del duce

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