No hay nada como tener un guía que te confíe sus secretos del río o de un lugar concreto de pesca que conoce para poder disfrutar de un magnífico fin de semana de pesca del reo.
Así fue amigos, el día 23 de junio de 2007 tuve la suerte de acompañar a mi compañero Darío en una jornada de pesca a mosca en el Rio Sella.
El sábado madrugamos y en el río estábamos preparando las artes a las 7:30h de la mañana, donde se notaba un ambiente muy fresco y húmedo que incluso contrastaba con la temperatura del agua, por lo que aún tengo grabada la humeante cortina que discurría por la superficie del río y retenida a la vez por la pequeña brisa matinal.
Dispuestos con nuestros vadeadores y equipos, comenzamos a explorar las orillas y sus primeros metros de cauce, intentando ver a los reos y otros peces. Pronto observamos algunas cebadas de truchas y reos, por lo que nos apresuramos a buscar una primera mosca que poner en nuestros tippet.
Darío como buen conocedor del reo y del tramo libre donde estábamos pescando, me aconsejó montar un mosquito verde oliva de los que llevaba en la caja de moscas. Por su parte montaba otro similar pero más oscuro.Cogimos las primeras posturas y comenzamos los lances en donde las cebadas de los peces nos indicaban.
En mi caso lanzaba la línea aguas arriba y con la coca de la misma muy abierta en perpendicular a la corriente que había en la orilla contraria.
Pasó la primera hora y tan sólo habíamos vadeado 100 m. de río, pero de momento no habíamos tenido suerte. En ese momento y justo al borde de las ramas de un árbol que casi rozaban la superficie del río, una fario no pudo resistirse a la mosca seca que se hacía el giro de la deriva de la línea y fue clavada. Bueno!, pensé, al menos ya no me iré de vacío.
Entre tanto algún piragüista nos interrumpía respetuosamente el ritmo de lances en unas aguas tranquilas pero ligeras de corriente. También las vacas y terneros que se aceraban a la orilla del río merodeando como público curioso y con las que mi esposa y mi hijo se entretenían contemplando.
Darío ya se había separado unos 200 m. de donde comenzamos juntos y le había visto cambiar de mosca al menos un par de veces más que yo. Aun así, sabía que por su conocimiento del rio, pronto me adelantaría, ya que esta captura había sido fortuita. Lo curioso es que en las siguientes 2 horas, poco antes de las 11:00h, conseguí otros dos ejemplares de trucha fario y más o menos del mismo tamaño. Eso sí, los reos no terminaban de entrar.
Pasamos la mañana y para la hora de comer reflexionamos juntos sobre cómo nos había ido a ambos. Darío había tenido una picada, pero no llegó a clavar al reo, por lo que la mañana no fue fructífera. Por otro lado le sorprendió que no capturase ningún reo y en cambio clavara las 3 farios. Ya sólo quedaba desearnos mejor suerte para la tarde-noche.
Comimos en Gijón con nuestras respectivas familias en una típica sidrería asturiana, degustando buenas tapas en buena compañía.
Ya por la tarde a eso de las 18:00h volvimos al río dispuestos a llegar al sereno con mejor suerte de capturas que la mañana. Esta vez equipados de linternas para ver en la oscuridad el atado de las moscas. Fue entonces cuando la suerte cambió y esas horas Darío clavó 3 reos y en mi caso ni truchas ni reos.
Aguantamos hasta las 22:10h en el río, con la luz suficiente como para poder volver a los coches y despojarnos de los equipos para volver al hotel. Pudimos entonces confirmar que pese a lo curioso y extraño del día vimos peces y tuvimos capturas.
Esa noche y cenando con la familia, mi único pensamiento era el reo, mi gran objetivo. Todo estaba muy bien, escenario, clima, gastronomía, paisaje y compañía, pero seguía estando incompleto para mí, ya que no había conseguido ninguna captura de reo. Por lo que había que resignarse y descansar para probar mejor suerte a la mañana siguiente.
Y así ocurrió, nos presentamos en el río a las 7:45h, dispuesto por mi parte a conseguir el dichoso pez. Esta vez la familia no nos acompañó por lo que deberíamos tener ninguna interrupción posible por su parte.
Transcurría la mañana, que previsiblemente sería más corta porque había que recoger los equipajes del hotel para regresar a Madrid a una hora razonable y veíamos que se presentaba la jornada aún más difícil. Pero a eso de las 12:10h a unos 50 mts., aguas debajo de Darío, por fin!, por fin! un Reo!, gritaba por dentro y silbaba a Darío, algo excitado y feliz a la vez. Ahí estaba ese reo, precioso porque era mi captura y aunque su tamaño era mediano a mi me parecía la mejor captura en mucho tiempo.
No hubo más capturas ni por su parte ni por la mía, pero yo al menos me sentía reconfortado por ese único premio que me había dado mi primera experiencia en el Sella.
Estoy convencido de que mi relato no transmite grandeza, en cuanto a la cantidad de las capturas o tamaños sorprendentes de éstas, pero para mí personalmente será su recuerdo, que aún saboreo y que me causó tal sensación, el que prefiero compartir y no olvidar, aunque sepa que en el futuro tendré otras y mejores experiencias.
Gracias Darío! por esta magnífica experiencia.
Textos y fotos: PescataMinuta