El Lanchar, río Tormes

Arrancamos la temporada en una primavera bastante seca. Agua no faltaba en el río Tormes, pero se advierte una bajada importante de caudal para un inicio de temporada. Llevaba mes y medio sin llover una gota y en los picos de Gredos apenas queda ya nieve.

En esta ocasión mis compañeros son Floro e Isidro, que saben que no suelo fallar a sus propuestas de pesca. Para ellos además el escenario es un viejo conocido que controlan al dedillo.

Para cuando llegamos al pueblo de Barco de Ávila ya son las 10:30h de la mañana y entre el desayuno y otros avituallamientos de última hora nos ponemos a pescar casi a las 12:00h. Aunque la verdad, no es que importe mucho, pues cuando la compañía es tan forofa como yo, es necesario ponerse al día y hablar mucho de pesca con tranquilidad.

Comenzamos a pescar hacia la mitad de coto, al principio más o menos los tres cercanos y a la vista. A medida que va avanzando el día yo me descuelgo aguas abajo hacia el límite inferior y Floro e Isidro suben juntos aguas arriba hacia el límite superior.

Las truchas estaban muy duras, apenas notamos picadas ni actividad, incluso apurando la profundidad de las corrientes y pozos. El agua bajaba muy fría, típico de esta época en zonas de montaña. Los primeros minutos no pudimos hacernos con ninguna captura. Según bajaba aguas abajo traté de echar en todas las posturas que me daban más confianza y que el físico me lo permitía y salvo un par de toques, no lo logré la primera trucha hasta llegar a una cola de una enorme tabla en la que se escondía entre las últimas piedras de la corriente.

Eso sí, de la misma manera que tardaron en dar la cara, en cuestión de media hora seguida, conseguí acertar con las tres únicas truchas logrando capturarlas.

El aparejo que utilicé fue de dos ninfas, un perdigón Pale Nymph en el codal superior y una Hare Copper Nymph en el inferior. Las dos primeras truchas entraron a la ninfa de abajo y la tercera a la de arriba.

Llevaba tiempo sin saber de Floro e Isidro que subieron hacia arriba, así que hice lo mismo y fui en su búsqueda para probar en otras aguas.

Para cuando llegué a su altura, estaban ya bajando del límite superior. Sus suertes no habían sido muy distintas a las mías, poca ocasiones y pocas capturas, también les costó lo suyo.

A partir de aquí, fuimos regresando pescando hacia el aparcamiento para con las últimas luces ver si alguna trucha se mostraba en superficie y aunque no fueron muchas, algunas truchas se asomaron a comer arriba y no parecían pequeñas precisamente. En esos momentos finales con las últimas luces, dejamos las ninfas y montamos aparejos de seca. Pero no hubo suerte, las truchas sabían donde colocarse, justo en la orilla contraria fuera de nuestro alcance de lance.

No hubo suerte y las moscas secas quedaron inéditas, así que dimos por concluida la jornada. Como conclusión final podría resumirla en «prematura apertura», aunque no me cabe ninguna duda que unas semanas más adelante la cosa habría cambiado. Quién sabe!

© PescataMinuta

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