Primera cita de la temporada con Manuel Cano, jugando en casa y ejerciendo de anfitrión, me enseña un precioso rincón de la Serranía de Cuenca y como actor principal el Cabriel. Un río bonito donde los haya, aunque este año el colorido
primaveral deja mucho que desear en la meseta. Y es que la escasez de agua se acusa en el entorno, ofreciendo unos tonos escondidos y a mitad de camino de lo que debería ser para un abril en condiciones.
Y qué decir del caudal, corto, muy corto, pero de aguas limpias y claras, una característica habitual de este río. Ya veremos cómo responde el resto de la temporada, pero o cambia mucho la cosa, o será una temporada corta por aquí.
Metiéndonos en faena y después de un suculento almuerzo, como Dios manda, tiramos para el río, dispuestos a engañar a nuestras protagonistas las truchas.
La idea era pegarnos la caminata hasta lo que consideraba Manuel el límite inferior para ir remontando durante el resto de la jornada. Ambos a la vista y en la mayoría de los casos pescando al alimón, lazas tu, lanzo yo.
En el camino de bajada, nos deteníamos en alguna zona querenciosa que Manolo conocía y las primeras capturas no se hacen esperar y en la primera postura, consigo clavar un par de peces a ninfa. Pequeñas, nada del otro mundo, pero preciosas como esperaba. Manolo por su parte, pescando al agua, consigue hacer subir una a superficie, pero no logra clavarla.
Llegamos al punto de destino, tras sortear muy buenas pozas y tablas, pero que decidimos reservar para la subida. Y así paso a paso, lance a lance, fuimos progresando con nuestro avance. A nuestro paso y ya con calma, nos empezamos a
deleitar con cada corriente, con cada tabla y con sus truchas. Todas ellas eran de talla pequeña, nada destacable, hasta que Manolo consiguió una captura decente a seca. A medida que la mañana avanzada, se las veía con más frecuencia en las tablas de aguas lentas, con cebas ocasionales.
Las capturas se fueron sucediendo, alternando entre ninfas y secas, haciendo una jornada plácida y entretenida en resultados.
Pero llegó la tarde, el cielo cambió y el viento apareció amenazando tormenta. Nos encontrábamos junto al aparcamiento y habíamos disfrutado de lo lindo. Una veintena de truchas habían dado la cara y estábamos más que satisfechos, por lo que dimos por concluido el día.
© PescataMinuta
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