Un día raro de otoño, muy nublado y con rachas de viento por momentos durante la mañana. Cardúmenes de carpas en las orillas de algunas reculas, comían abajo y no hacían caso a los bichos lanzados. Los barbos merodeaban siempre distantes, lo que obligó a tentar a los paseantes que divisaba con lances muy largos durante toda la jornada.
Un primer pez fue clavado nada más comenzar el día, pero logró soltarse durante la primera carrera. La mañana y parte de la tarde transcurrió sin pena ni gloria para mi desgracia. No había forma de engañarles, ni siquiera llegaban a rechazaban las moscas. El agua rizada y agitada también se ponía en contra, impidiendo ver con nitidez a los peces que era el objetivo primordial para presentar debidamente.
Finalmente a última hora de la tarde llegó la calma y conseguí engañar a otro y fotografiarlo, librando el bolo por los pelos.
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