Otro encuentro con los barbos a mosca en latitudes manchegas. En un día caluroso con abundancia de mosquitos y una desmesurada vegetación en la ribera del río, vuelvo a tentar a los ciprínidos con los bichos de foam. El río lleva bastante agua y ya en los primeros chorros, los barbos dejan entrever sus siluetas en varios grupos.
No tardaría en tener la primera picada y también muy brusco el tirón que me da el pez, que con toda su energía logra romper el bajo como un latigazo. Menuda decepción, no me dio tiempo ni a pestañear.
Poco después del almuerzo, otro barbo, esta vez más pequeño. Logro capturarlo aunque presentó una pelea digna. Me había entrado a una hormiga de alas como el anterior.
A media mañana otro hermoso y enorme barbo entró a un escarabajo negro y esta vez pude contenerlo unos minutos. Pero la mala suerte hizo que me partiera el bajo tratando de contenerlo en una estampida contracorriente. Era el segundo pez interesante que no conseguía capturar.
El día avanzaba y en las horas centrales, tocaba descansar, comer algo y refrescarse a la sombra. Un sol de justicia caía como una lápida, por lo que los peces tampoco mostraban interés.
Retomando las artes por la tarde y tras haber compartido una cerveza fresquita y una interesante conversación con otro pescador ribereño, subo río arriba en busca de zonas menos frecuentadas por pescadores. Y allí entre nenúfares y rocas hundidas, consigo una picada monumental al primer lance a pez visto. Pedazo de barbo! la lástima es que está mal clavado y aunque esta vez no se rompe el bajo, el pez logra soltarse. Una vez más, me quedé sin poder verlo de cerca.
No habrían pasado ni 10 minutos cuando otro barbo en la orilla contraria toma de nuevo el escarabajo de foam rojo y sale disparado aguas abajo como un misil, para dar un salto fuera del agua en el momento que consigo sujetar la tensión. Esta vez el camino estaba despejado como para afrontar bien la pelea, me llevaba para arriba y para abajo, era de poder a poder. No era capaz de traerlo hacía mi posición, cuanto sentía mi presencia tiraba a rabiar y tras una larga lucha, poco a poco y con el morro por encima del agua logré medianamente atraparlo con una sacadera de truchas que parecía de juguete a su lado. Uff, lo logré!
Que más decir, buenas sensaciones a pesar de la falta de costumbre con los barbos a mosca, pero hay algo que tengo claro, repetiré.
Texto y fotos: PescataMinuta