Teníamos por delante todo un fin de semana apasionante de pesca a mosca en El Pirineo de Huesca. Santi, Miguel y yo mismo teníamos una gran ilusión puesta ya que se trataba de la experiencia de la temporada, ya que todos los años hacemos alguna escapada especial de pesca, donde esa es la prioridad por encima de todo, pescar, pescar y pescar.
En esta ocasión y con mucho tiempo habíamos programado este viaje y para ello habíamos contado con la inestimada colaboración de José Andrés Salas que conocimos a través de su interesante Blog “pescandoenhuesca.blogspot.com.es”. Por cierto un gran conocedor del pirineo oscense, gran pescador a mosca y mejor persona.
José Andrés se encargó de todo, indicaciones, elección de los mejores escenarios disponibles, consejos con el equipo, los montajes más efectivos, etc. Además pudimos compartir una de las tres jornadas de pesca que íbamos a emplear en esos lares, historias y anécdotas de nuestras vidas, que incluso coinciden en la parte profesional, pero lo más importante descubrir la misma pasión por la pesca y conocernos como amigos para futuras ocasiones.
La primera jornada tiene la emoción de los últimos preparativos, el propio viaje, 500 kilómetros de distancia que nos separan de no sabemos cuántas aventuras y momentos inolvidables. En los días previos, como nos ha pasado en otras excursiones, nos embarga una sensación de nerviosismo y de ilusión, la impaciencia es constante en todo momento, queremos que llegue el día cuanto antes, es normal.
Llegamos a Jaca para comer y comenzar la experiencia a pocos kilómetros de allí, en el Tramo Libre de Captura y Suelta del río Aragón en el tramo comprendido entre la Presa de Castiello y el Hotel Charlé.
Llegamos al límite inferior donde aparcamos junto a la carretera, donde hay un acceso que baja a la orilla del río. Antes de prepara equipos, bajamos para echar un vistazo al escenario que nos podemos encontrar, cuando menuda sorpresa, un cartel “Zona Nudista” colgado en las ramas de los árboles nos hace dudar si continuar o darnos la vuelta y buscar otra entrada. Pero pensamos, ¿Qué más da?, ¿Qué puede pasar?, ¿Qué tengamos que pescar desnudos?. Por suerte no fue así y decidimos continuar, así que unos metros más adelante en una de las pozas grandes que tiene el río, nos encontramos a unos cuantos nudistas
disfrutando del agua y el sol como Dios les trajo al mundo. Todos respetuosos por ambas partes, proseguimos nuestra marcha aguas arriba, donde durante los primeros 500 metros nos encontramos varios grupos de personas disfrutando de un baño en las distintas tablas y pozas, con un agua limpia y clara del curso de este río.
El agua no era abundante y aquí también se había notada la escasez de nieve y lluvia durante la temporada. El río dejaba entre ver por donde habría llegado un cauce normal cualquier otra temporada.
Subimos despacio, entreteniéndonos con las pequeñas truchas que veíamos a medida que vadeábamos el río, que por cierto, nos iba refrescando mientras subíamos, en particular a Miguel y a mí que vestíamos pantalón corto y botas, siendo Santi el único que se puso el wader.
Mientras veía aguas arriba a Miguel y Santi en unos 300 metros de distancia, veo como una trucha mediana sigue mi perdigón mientras deriva, pero no termina de atreverse a picar. Lo intenté varias veces, pero no hubo forma de engañarla.
Santi fue el primero que clavó una trucha autóctona del Aragón mientras se cebaba en sus aguas a la salida de una corriente. La clavó con tricóptero, aunque no consiguió cobrarla porque se soltó del anzuelo. Eso nos animó por lo que pasamos a seca para intentar pescarlas arriba.
Nada más pasar el puente de la carretera N-330 y la curva que conforma una fuerte corriente y termina en una badina antes de otra gran poza, consigo capturar la primera trucha con la ninfa, engañada nuevamente con una ninfa, esta vez de bétido CD.
Me había entretenido mucho y para cuando reaccioné, Miguel y Santi me sacaban una gran distancia, tanto que no los veía en el horizonte. Decidí subir más arriba, pues mi ritmo era muy lento y no sabía si había mejores zonas de pesca. Me salí del río y lo remonté andando por la orilla siguiendo la senda de los pescadores, hasta que los divisé.
Santi estaba tentando con seca en una tabla parada en el margen izquierdo del río y otro pescador, el único que habíamos visto hasta el momento, se acercó a charlar con él. Poco después llegué yo y conversamos un poco. Se trataba de un magnífico pescador, con mucha destreza y gran conocedor de éste y otros ríos de Los Pirineos. Nos contaba que había competido hasta el pasado año, algo que no nos extrañó por como se le dio la pesca en una hora que pudimos observarle cerca de nosotros.
Poco después tuvo alguna picada fallida y Miguel también, con el que luego nos encontramos, pero ambos no consiguieron capturar ningún ejemplar con éxito.
En general, no vimos grandes peces, más bien pequeños, pero tampoco mucha cantidad y todos muy asustadizos. Había que pescar muy lejos según los consejos de este pescador, pero las truchas tomaban bien la mosca arriba.
Se nos hizo de noche casi en el río, además la temperatura bajo considerablemente y llegó un viento molesto que nos dificultaba el lance. Por lo que decidimos regresar al coche y marcharnos a Jaca para descansar.
Bueno, habíamos pasado la primera media jornada y el balance no fue muy positivo que digamos. Tampoco nos extrañó en exceso, no conocíamos bien el río y como comen sus truchas. Como era de esperar y dado que aún manteníamos la ilusión de que nos quedaban dos jornadas más de pesca, que además se trataba de cotos consagrados en la región a pesar de haber hecho recientemente el campeonato provincial y que no estábamos muy cansados, quisimos darnos una vuelta por Jaca, degustar una buena cena y tomarnos una copa mientras repasábamos las jugadas más interesantes del día.
El sábado madrugamos para quedar en Puente la Reina de Jaca con José Andrés, el cual nos acompañaría para pescar con nosotros y de su mano conoceríamos el coto de Oza en el río Aragón Subordán en pleno Valle de Hecho. Nos presentamos, tomamos café y organizamos un poco la jornada guiados por su experiencia en la zona y poniéndonos en situación sobre un plano de Los Pirineos que hay colgado en la pared del bar.
Subimos hasta el coto de Oza, contemplando por el camino la belleza del paisaje que describía el barranco del Aragón Subordán, que se acentúa si cabe según vamos subiendo cota de altura. El río que se va dejando ver discurre bajo de caudal como ya pasara el día anterior con el Aragón y es que según confirmaba José Andrés, la temporada ha sido mala en cuanto a agua y sobre todo nieve.
Allí hacia la mitad del coto nos dividimos en dos parejas y dos tramos, con la idea de echar un bocado hacia las 11:00 en el área recreativa de arriba.
Miguel y Santi, subieron río arriba hasta la pasarela y José Andres y yo, bajamos al límite inferior para subir hasta el punto de partida.
El ambiente estaba fresco y sombrío, aún no asomaba el sol y tardaría un rato por lo encañonado de esta zona. Empecé a probar la seca en las corrientes justo después de una poza donde alguna pequeña trucha se dejaba ver en el fondo tímidamente. Al poco tiempo José Andrés clava la primera pintona dejando constancia de su habilidad en este río y como saber buscarlas. Unos minutos más tardes y siguiendo nuestra remontada, consigue otra de las mismas proporciones. Por mi parte unos lances más tarde, consigo clavar la primera, pero no atrapo bien y se suelta, y un par de ellas más casi seguidas. Hasta que por fin capturo bien mi primera trucha de la jornada. A medida que íbamos avanzando, alternábamos nuestras posiciones, es decir unas veces iba a la cabeza José Andrés y otras yo, guardando respetuosamente las distancias. Alguna captura más tuvimos, pero ya empezaban a ser más selectivas.
Algunos fallos y otras pérdidas en el aire por mi parte, demostraban que no le había cogido el truco a las posturas. José Andrés me pasó uno de sus montajes de Rhithrogena y al poco tiempo otra trucha mediana calló en mis manos.
Nos volvimos a encontrar con Miguel y Santi para acercarnos a camping a desayunar y aprovechar para contarnos los primeros compases del día. Miguel y Santi, no habían tenido mucha fortuna todavía, pero habían pinchado alguna sin llegar a capturarla.
Tras el almuerzo, acordamos volver a dividirnos en las mismas parejas, donde Miguel y Santi remontarían desde allí y por nuestra parte, continuaríamos desde donde ellos lo dejaron anteriormente.
De camino nos encontramos a otro pescador, que ya se marchaba y que nos indicó la presencia de alguna buena trucha aguas debajo de donde estaba, justo en la dirección que llevábamos. Esa zona del cauce está emparedada prácticamente y el acceso al río es muy difícil, pero José Andrés se lo conoce bien y aunque con mucho cuidado, logramos descender al río a través de unas varillas de hierro sujetas a la pared en forma de escalinata.
En esta parte del río hay más pozas y badinas entre ellas, formando escalones y con grandes rocas donde pueden esconderse los peces fácilmente. Nada más comenzar consigo engañar a una trucha entre las rendijas de las rocas sumergidas. Unos metros más arriba contemplo como José Andrés pierde otra en aguas someras, previas a una poza muy profunda. Las truchas siguen siendo selectivas, no consiguiendo picadas continuas, se ven muchas veces subir a la mosca, pero fallan ellas mismas la picada. Cambio a tricóptero de GDL y antes de la tabla consigo otra trucha que no se lo piensa nada más ver caer la mosca. Allí nos entretenemos un poco, porque ambos entendemos que en dicha poza y sobre todo en las paredes deben esconderse alguna trucha que otra. Pero poco después reanudamos la marcha en vista de que no tenemos éxito ninguno de los dos.
José Andrés me insiste que no es normal que estén siendo tan selectivas, ya que en jornadas normales ya deberíamos llevar más de una decena cada uno. Quizás el que hubiera estado otro pescador por encima de nosotros había tenido que ver. Aun así, estábamos pasando un buen rato, incluso con cierta tensión por la concentración que en algún momento teníamos que tener.
Llegamos al punto de encuentro con Miguel y Santi, con algo de retraso, como habíamos quedado junto al campamento Ramiro el Monje. Ahora había que tomarse un merecido descanso y comer juntos. Aunque finalmente bajamos a otro lugar que conocía José Andres, aguas abajo del coto de Oza y donde aprovechamos para charlar entre todos y comentar lo bien o mal que se nos había dado en cada caso. José Andrés nos deleitó con experiencias de otros años comparándolas con este día. Su imitación de Rhytrogena color vino estaba siendo muy efectiva frente a otras imitaciones que habíamos ido probando a lo largo de la mañana, aunque por lo comentado no a todos les dio buenos resultados, ya que por ejemplo Santi y Miguel tuvieron menos suerte y las capturas fueron escasas.
Por la tarde y siguiendo sus consejos, cogimos los coches para subir río arriba hacia la parte de alta montaña. Cuando llegamos allí y viendo cómo iba el río de agua, decidimos quedarnos en una zona intermedia, donde podríamos terminar la jornada y pescar alguna trucha más.
José Andrés se despidió de nosotros, pues tenía que atender un compromiso familiar y le esperaba un viaje de vuelta algo distante. Antes de despedirse nos ofreció alguno de sus montajes tan eficaces y nos deseo suerte.
Desde ese momento, Miguel y Santi continuaron desde el punto en el que lo dejaron antes de comer y en mi caso remonté el tramo desde donde habíamos aparcado.
Nada más bajar me encontré, una poza de grandes dimensiones y profundidad, aunque algo encajonada para pescarla desde ambas orillas. Al principio de la misma logre una trucha mediana con tricóptero y estuve en la poza unos 20 minutos intentando engañar a una trucha de unos 35 cm que estaban en el fondo, pero que no subía a comer arriba como el resto.
Seguí mi camino, entre grandes rocas y ayudándome para remontar el río de algunos troncos de los árboles, ya que el terreno era ciertamente escabroso. A medida que avanzaba, las truchas medianas se dejaban ver, quizás el terreno las guarecía algo más de los pescadores y la zona al menos parecía más poblada. Las capturas se iban sucediendo paulatinamente, siendo algunas truchas de entre 22 y 25 cm.
A última hora, bajó la actividad notablemente, el ambiente se iba oscureciendo por lo encañonado y la cantidad de vegetación que orillaba el río. Cambié a tricóptero, porque se veían a media tarde, algunos se me posaron en la mano de alas oscuras.
Otras dos capturas, casi seguidas logré y nada más caer el tricóptero al agua, justo en los remansos de las cascadas y entre las rendijas de las grandes rocas sumergidas. Pero igual, las picadas no eran constantes, y las pequeñas truchitas fallaban las picadas en muchas ocasiones.
Llegaron a mi altura Miguel y Santi y se pusieron aguas arriba mías. Se hacía tarde y nos quedaban pocos lances para concluir la jornada y cuando estábamos comentando que había que marcharse, se me ocurrió lanzar el tricóptero hacia la orilla contraria entre una canalillo de agua de bordeaba entre dos grandes rocas. De allí salió una trucha que atacó la imitación con ganas y que peleo lo suyo y es que era la trucha más grande de la jornada que medía 29cm. La tarde se me había dado bien completando un cupo de 9 ejemplares y algunos de buena talla.
A Miguel y Santi no se les había dado tan bien y habían tenido alguna dificultad para moverse por el río, su encajonamiento en algunas zonas les sorprendió exigiéndoles realizar hasta escalada por sus orillas. Aunque afortunadamente no hubo percances, salvo algún rasguño que otro, el cansancio era evidente en sus caras.
Finalizamos la jornada algo agotados, todo hay que decirlo, este tipo de ríos con tantos desniveles exigen mucha fortaleza física al pescador, sorteando los distintos obstáculos que nos vamos encontrando. Pero había valido la pena, el río dio sus frutos y entre todos pudimos hacer una buena pescata. Tocaba volver a Jaca para pegarnos una buena ducha con agua caliente y llenar el estómago y reponer fuerzas de cara al domingo.
Aunque José Andrés no nos podía acompañar, el domingo tocaba el coto de Embún, aguas río abajo del coto de Oza. Aguas de media montaña, con el cauce del río más ancho que discurre fluidamente en un escenario más abierto y paralelo a la carretera. Eso sí, también con poco caudal de agua.
Siguiendo las instrucciones de José Andrés y dado que sólo íbamos a pescar hasta las 13:00h, con la idea de regresar a Madrid a una hora razonable, nos ubicamos hacia el centro del coto, como a un kilómetro aguas debajo de la desembocadura del río Osia al Aragón Subordán.
Como hiciéramos el día anterior, nos dividimos para recorrerlo en dos tramos. Miguel Y Santi subirían desde esa posición y yo, comenzaría unos 300 metros más arriba. Cuando llego al río por la segunda senda y acceso de pescadores, observo una gran tablona que se arrincona en una de las orillas y en lo más somero muchas truchas pequeñas se mueven arriba. Monto un tricóptero y rápidamente clavo dos truchas, una de ellas de 25cm. Era primera hora del día y se ponía interesante la jornada, pero después de estar un buen rato en esta tablona, no hubo forma alguna de sacar más peces. Algún barbo se dejaba ver de buen tamaño, pero las truchas desaparecieron.
Continué subiendo, pero el tramo ya discurría más llano, apenas tenía profundidad y las pocas en las orillas o tras los remansos de alguna gran roca. Alguna pequeña quería picar, pero se ponían muy difíciles.
Santi primero y luego Miguel se pusieron ya casi a mi altura e incluso me sobrepasaron, pero eran ya las 11:00h y no habíamos conseguido clavar ninguna más. A los pocos minutos y tras llevar un buen rato intentándolo Santi clava una de unos 22 cm, hecho que nos dio algo de aliento.
Seguimos subiendo y más de lo mismo, las truchas en su mayoría pequeñas y supe selectivas, alguna subía a por la imitación pero fallaban en la picada. Yo consigo capturar otra pequeñita, a la segunda cebada en una pocita de aguas más calmadas, pero salvo eso, nada de nada.
Miguel se había adelantado bastante respecto a nuestras posiciones, habiendo escudriñado otras pozas que se forman donde el Osia vierte sus aguas, pero sin éxito.
Era ya la hora casi de marcharnos, por lo que volví río abajo hasta el punto de partida, mientras avisaba a mis compañeros que había que dejar la faena para preparar el viaje de vuelta. Esta vez el río y las truchas nos vencieron, pues el balance fue muy corto. Quizás por el cansancio acumulado y la falta de concentración, algo tendría que ver seguro, pero también las sensaciones del río eran otras pese a ser el mismo, menos trucha, menos profundidad, quien sabe.
Ha sido nuestra primera experiencia de pesca en Los Pirineos, pero sabemos que no será la última. Nos ha dejado un buen sabor de boca y además hemos tenido el privilegio de conocer personalmente a José Andrés Salas, al cual desde aquí le agradecemos todo el equipo de PescataMinuta toda su disposición y colaboración, así como sus consejos a pie de río y su compañía en esta bonita aventura, gracias al cual hemos podido saborear la esencia de la pesca a mosca en estos ríos de Huesca.
Hasta pronto José Andrés.
Texto y fotos: PescataMinuta