Regreso al río Rudrón a mediados de mayo, con el recuerdo muy presente de una jornada fructífera la temporada pasada. Tres semanas de inactividad por problemas físicos, han conseguido que esta salida me produzca cierta ansiedad y unas ganas locas de pisar el río.
Dejo el coche en el puente de Barrio Norte y bajo dando un paseo hasta el límite inferior para comenzar la pesca. Mientras, por la senda río abajo, me deleito con este maravilloso paisaje que ofrece este cauce y al fondo el majestuoso barranco y sus hoces ante la
desembocadura en el Ebro. Como la mayoría de escenarios, el caudal está mermado, pero muy pescable todavía.
Ya en acción, recorro las distintas corrientes y pozas que ofrece el río hasta el balneario, donde se pueden observar más árboles caídos que atraviesan el río, conviertiendo algunas tablas en presas improvisadas, donde trato de poner las ninfas en busca de algún gran pez.
Esta vez la primera captura se hace esperar. De entre las piedras del fondo, sorteando un gran roca, al final de uno de los chorros, pongo las ninfas a navegas y una bonita trucha que aguardaba paciente el momento cae en el engaño.
Unos metros más arriba, se escucha el ruido de un gran pozo, donde el año pasado me dio tres truchas. Esta vez después de varios intentos, sólo consigo una, aunque algo me decía que esa postura tenía más.
Llego a una gran tabla de corrientes mansas ideal para seca, pero sin referencias, de la cual tan sólo pesco los primeros metros al agua tratando de provocarlas, pero sin éxito.
Es un día de ninfas, por lo que centro en los pozos y corrientes, dejando de lado otras zonas de aguas más lentas, ante la falta de signos evidentes de actividad en superficie.
El día está siendo difícil, son las 13:00h y tan sólo llevo cuatro truchas. Por alguna razón, las truchas no están por la labor y cuesta mucho toparse con alguna picada. A pesar de arriesgar rozando en todo el momento los fondos, que lo único que he conseguido es perder tres ninfas por el momento.
De chorro en chorro y de pozo en pozo, voy subiendo el río, en el camino hablo con un par de pescadores, con misma suerte que yo. Pocas picadas en ambos casos, desde donde dan por terminada la jornada, cansados y según ellos decepcionados.
La tarde se echa encima, habiendo escudriñado cada rincón con buena pinta que me sale al paso río arriba. Dos truchas más que caen el último pozo y una más que toma el tricóptero al final de una tabla, en un intento de sacar algo a seca, será el punto final de un día de pesca duro.
Termino con una sensación extraña, no sólo por las siete truchas, pocas para mis expectativas iniciales, sino también porque ninguna fue especialmente hermosa como me ocurrió el año pasado.
Así es la pesca, si fuera fácil sería aburrida y por ello cada día que salgo lo hago con la misma ilusión que el primer día. De todos modos, sigue siendo un coto muy recomendable en todos los aspecto y al que pienso volver.
© PescataMinuta
Qué preciosidad ese lugar, PescataMinuta. Es una pasada el ambiente natural que mostráis en las fotos. ¡Qué paz una jornada de pesca en el río Rudrón! Gracias por compartirla con nosotros 😉
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Gracias a ti Zonabass por visitarnos. La verdad que este escenario es mágico y especialmente bonito. Un saludo!
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